EL GRAN GATSBY

Todos sabemos la polémica que genera llevar una novela de éxito a la gran pantalla, y más si hablamos de clásicos como la obra del estadounidense, F. Scott Fitzgerald. Baz Luhrmann (Australia, Moulin Rouge y Romeo y Julieta), se ha atrevido. Para ello, ha contado con una plantilla de actores que cualquier director querría. Di Caprio, Carey Mulligan, Tobey Maguire y Joel Edgerton, entre otros, se han encargado de dar vida a un grupo de personajes pintorescos, típicos de la clase alta neoyorkina de los años veinte.

El Gran Gatsby cuenta la historia del escritor Nick Carraway (Maguire) que llega a Nueva York en la época del apogeo del jazz y el contrabando. Nick busca vivir su propia versión del sueño americano en la ciudad más atractiva del momento, pero todo cambia cuando conoce a su misterioso vecino millonario, Jay Gatsby (Di Caprio). Al otro lado de la bahía está su prima Daisy (Mulligan) y su mujeriego marido, Tom Buchanan (Edgerton). Nick se convertirá en el propio espectador de la trama que llevarán a cabo sus amigos millonarios; ilusiones, amores y engaños serán los ingredientes que les conducirán hacia la tragedia.

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La película en un principio se torna tan extravagante y cargada que es imposible no hacer ningún tipo de mueca en contra. Los exagerados espectáculos que se producen en la mansión de Gatsby a veces parecen absurdos, y te llega a la mente eso de »es imposible que en los años veinte pasara esto». Y en efecto, la música lo corrobora. He deseado que la butaca me tragara hasta lo más profundo de sus entrañas cuando he escuchado a Fergie  y Will.I.Am cantar. Se echa de menos una unidad argumental en lo que respecta a las canciones, justicia a aquellos años dorados del jazz. No hablo de Frank Sinatra, sino de los músicos que llenaban de vida las fiestas con pianos y contrabajos. El tipo de música que utiliza Luhrmann, en relación a lo que muestra Fitzgerald en su novela, se vuelve tan ridícula como triste. El esperanzador Jay lamentándose por su amor no correspondido, en traje de chaqueta de época, y a ritmo de hip-hop.

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Lo único que vale la pena de esta película es la caracterización de los personajes que tan notablemente han sabido interpretar Leonardo Di Caprio y Carey Mulligan. Siempre Mulligan. El primero de ellos ha conseguido dotar a Gatsby del espíritu que impera a lo largo de la novela de Fitzgerald, el pobre que se volvió rico por amor. Lo vemos durante toda la película, su actuación no decae en ningún momento, consiguiendo crear en ti la sensación que tienes cuando lees la mitad del libro y te das cuenta de que no sabes quién es verdaderamente Jay Gatsby hasta el final. Es cuando aparece Di Caprio en pantalla cuando la película se dota de pequeños encantos. Y, respecto a ella, decir que es capaz de llorar y reír durante una escena sin ni siquiera esperarlo, y lo crees, y la crees.

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También, destacar el vestuario elegido para el film, porque si hablamos de la ambientación podríamos llenar párrafos de lágrimas. En la película es imposible apreciar el intimismo con el que Fitzgerald llenó páginas, imposible y desesperante en muchas ocasiones. Y más cuando Luhrmann hace un intento de ello mostrando líneas textuales del libro en la pantalla.

En definitiva, El Gran Gatsby es una película entretenida para ver una vez, más aún para los que no hayan leído la novela. Las actuaciones de los protagonistas son las que salvan el film, ya que te logran atrapar en muchas ocasiones pero sin llegar a hacerlo del todo. Incluso se agradece la última escena de la película como homenaje a El Crepúsculo de los Dioses (Sunset Boulevard) y al gran director austriaco, Billy Wilder. Al igual que la fragilidad con la que se retrata el sueño americano, el espíritu de la época… y la imposibilidad de Gatsby de retornar al pasado así como la frustración que te produce. Pero, al final, eso no es suficiente para salvar una película dotada de fantasía que no merece. Todo se resume a esa jodida sensación de »me esperaba algo mejor».

 

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